martes, 10 de agosto de 2010

Desapariciones


El bar El Taller apareció en Palermo en 1985. Y desaparecerá 25 años después, exactamente a fines de este mes de agosto en curso.
En 1985 lo único que sacudía un poco la calma palermitana del cruce de las calles Honduras y Serrano, a uno y a otro lado de la plaza, era el bodegón La Placita y el bar El Taller.
La plaza Serrano, la placita propiamente dicha, se coronaría algunos años después como el primer corazón de Palermo Viejo y los viernes y sábados a la noche comenzaron a imperar en ella nubes de chicos y chicas que se reunían allí para tomar una birra, fumar un rato y celebrar la previa.
La crisis de 2001 llenó la placita de artesanos y de diseñadores, y el avance incontenible de Palermo Soho le cambió después la faz a casi todo. El bodegón desapareció y desaparecieron también las casas de familia. Y el lugar se llenó de percheros, de bares cool, de turistas y de rarezas. En ese escenario, presidiendo la movida del siglo nuevo, continuó El Taller, con sus colores tibios, sus cafés interminables y sus cervezas bien frías.
En el año 2000, apenas un poquito antes, el bar entró en mi novela El autor intelectual: el protagonista y un muchacho que lo ayudará a desantrañar un enigma se sentaban a charlar en una de sus mesas.
Hoy, El Taller, el último bar clásico de Palermo, está cerrando sus puertas.
Hace un par de meses lo hizo el Bar del Gallego, en la esquina de Honduras y Bonpland, después de haber resistido durante años nutridas ofertas para vender.
Yo lo descubrí leyendo una novela: las primeras páginas de El divorcio, de Aira, se desarrollan en el Bar del Gallego, y el Gallego, su dueño, es uno de los protagonistas de una escena inolvidable. Alcancé a ir media docena de veces, incluso un sábado al mediodía en que me atreví a comer una carne al horno con papas que fue la más indigesta pero también la más rica que comí en mi vida.
No hace falta escribir en los bares para que los bares formen parte de las novelas y los cuentos. Aquí y en el mundo. Aunque el mundo a veces tiene el cuidado de preservar su patrimonio. Los bares lo son. Y los bares de la via Condotti en Roma, de la plaza San Marco en Venecia, del boulevard Saint-Michel en París o del Soho en Nueva York siguen en pie, rodeados de percheros y turistas.
Los bares de Palermo no.

Por Juan Martini, publicado originalmente en www.blog.eternacadencia.com.ar

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